domingo, 31 de mayo de 2009

Patagonia: Naturaleza en estado puro.

El pasado mes de Febrero de 2009 realicé junto a mi hermano y mi sobrino un viaje inolvidable a un lugar donde la naturaleza se muestra en todo su esplendor: La Patagonia.
El viaje comenzó mal, ya que una vez acomodados en el vuelo de Aerolíneas Argentinas que debía trasladarnos a Buenos Aires y después más de una hora a bordo, nos indican que por un problema en un motor teníamos que desembarcar y finalmente después de un retraso de 23 horas iniciamos definitivamente el vuelo y así comenzar realmente nuestro viaje. Este retraso hizo que perdiésemos el enlace previsto en principio para volar hacia Ushuaia y tuvimos que tomar el siguiente con destino a la “Ciudad más austral del mundo”, a la que finalmente llegamos sin novedad, aunque con la paliza de haber efectuado directamente el viaje Madrid/Buenos Aires/Ushuaia, cuando habíamos previsto pasar inicialmente un día en la capital argentina.
Ushuaia ha crecido notablemente según los lugareños, ya que el turismo ha experimentado en los últimos años un fuerte aumento, posee un puerto de carga y contenedores con bastante actividad y simultáneamente ha adquirido un gran movimiento de buques científicos, al tratarse de la puerta de ingreso a la Antártida, así mismo desde el Muelle Turístico parten las embarcaciones que realizan excursiones por el Canal de Beagle y sus distintas islas y faros.
Es interesante recorrer su paseo marítimo y la calle principal paralela a él, donde se encuentran la mayoría de las tiendas y restaurantes. En ellos preparan de una forma curiosa el cordero patagónico, colocándolo abierto y en vertical sobre una especie de cruz cerca de unas brasas preparadas al efecto y aunque en mayor tamaño nos recuerda a nuestros típicos “espetos”. No deberíamos perdernos la visita al Museo del Fin del Mundo, el Monumento a los Caídos en la Guerra de las Malvinas, el Barrio La Misión, las Casas típicas, etc., así como admirar su imponente Glaciar Martial que se ve a simple vista desde cualquier punto de la ciudad.
Nuestra primera excursión en la zona fue al Parque Nacional Tierra del Fuego, situado a 11 Km. de Ushuaia y con una extensión de 63.000 hectáreas de las que aproximadamente 2.000 son visitables, con áreas de camping y senderos por los que caminar entre bosques de lenga y guindo, así como junto a ríos y lagos que conforman la particularidad de este parque, el más austral del bosque andino-patagónico.
El sector costero presenta entre los lugares más representativos la Bahía Ensenada y Bahía Lapataia, donde se intercalan barrancos y pequeñas playas de una gran belleza y ese fue el recorrido que hicimos durante unas cuatro horas y con un día espléndido: sol, luminosidad y una temperatura increíble, que según el guía no era nada habitual en la zona. El paisaje que pudimos admirar es impresionante, a los densos bosques y barrancos le seguían playas casi vírgenes, de un agua fresca y transparente donde se reflejaba, entre otras, la famosa Isla Redonda. En estas costas del Canal de Beagle se encuentran montículos de valvas de forma circular llamados “concheros”, restos de los campamentos que instalaban los indígenas Yámanas para aprovechar los recursos marítimos y la recolección de mejillones que formaban una parte importante de la alimentación de este pueblo.
La siguiente excursión fue una visita a la Estancia Harberton, que fue un obsequio del gobierno argentino en el año 1896 al misionero anglicano Thomas Bridges, por convivir durante 30 años evangelizando a los indígenas que poblaban las márgenes del Canal de Beagle y que escribió un diccionario yámana-inglés de más de 30.000 palabras de la lengua original indígena. Esta estancia tiene una extensión de 22.000 hectáreas, incluyendo seis islas, entre las que destacan la isla Gable, la más importante del Canal de Beagle en territorio argentino y la isla Martillo. Luego hicimos una visita al Museo Acatushún, dedicado a la fauna marina de las aguas del Atlántico Sur y de la Antártida, donde hacen su tesis doctoral algunos biólogos especializados en los animales de esta parte del mundo.
Después de almorzar nos dirigimos a Isla Martillo, donde existe una gran pingüinera y pudimos observar miles de pingüinos magallánicos, tanto adultos como crías, aunque éstas se encontraban ya con un tamaño considerable. Como nota curiosa, en la misma zona viven un gran número de aves rapaces, siempre dispuestas a robar tanto los huevos como las pequeñas crías a la menor oportunidad. Finalizando la visita a esta isla comenzó a llover, aunque con poca intensidad, pero poco a poco, el tiempo que hasta ese momento había sido magnífico, fue cambiando. Comenzamos entonces la navegación en zodiac por el Canal de Beagle y allí fue donde definitivamente notamos el cambio, ya que el aire que nos llegaba del mar era de un frío intenso, lo que nos obligó a utilizar todo el equipo que habíamos adquirido: gorro, guantes, impermeable, cortavientos, etc. y que por cierto todo funcionó de maravilla.
Para terminar, desembarcamos en la Isla Gable para hacer un recorrido entre sus bosques y que al ser una isla deshabitada, se encuentran totalmente vírgenes, aunque como no paraba de llover el recorrido se hizo algo dificultoso. Finalmente y después de un día de ensueño volvimos a Ushuaia, cansados pero con la gran satisfacción de haber disfrutado de una experiencia inolvidable.

Después de la estancia en Ushuaia, nos trasladamos en avión hasta El Calafate, para desde allí tomar un autobús hasta El Chaltén, pequeño pueblo de unos mil habitantes y dedicado casi por completo a las montañas. Se le conoce como la capital nacional del trekking y en sus inmediaciones se encuentran dos de los míticos picos patagónicos: el Cerro Torre y el Fizt Roy. Nos alojamos en la Hostería El Pilar, un hotelito precioso enclavado fuera del pueblo, en plena naturaleza, a orillas del río Las Vueltas y a los pies del Fitz Roy, al que veíamos desde la ventana de la habitación, eso con un poco de imaginación, porque casi siempre está tapado por unas nubes que parecen pegadas a su cima, de ahí que los indígenas le llamaran Chaltén, que significa montaña humeante y que hasta hace relativamente poco tiempo se creyese que era un volcán.
Durante el 1er.día hicimos un recorrido por el pueblo y luego hicimos una excursión al Chorrillo del Salto, una espectacular cascada de unos 40 metros de altura y con un caudal importante. Después y a través de una pista de tierra, (ripio lo llaman allí), fuimos al Lago del Desierto, enorme en extensión y a los pies de un gran glaciar. Durante el camino, nos acompañó un río de agua transparente procedente del glaciar, que en ocasiones formaba alguna cascadita entre las rocas y todo el entorno no podía ser más atractivo, grandes bosques, altas montañas, glaciares y además con la suerte de que la meteorología nos brindó un día espléndido, que aprovechamos para pasear por un sendero que rodea el lago a través del bosque y que nos permitió contemplar unos paisajes impresionantes.
El 2º día comenzó con una buena caminata hasta el Mirador de los Cóndores, que se encuentra en una montaña junto al pueblo y con unas vistas panorámicas espectaculares. Aunque el tiempo seguía muy soleado, allí arriba el viento se hacía notar y con él la sensación de que la temperatura era más fría. Después de comer nos trasladaron hacia el Lago Viedma para embarcar y realizar una navegación hasta el Glaciar Viedma y resultó ser una tarde genial, ya que las luces que tuvimos fueron ideales para la fotografía y el barco se acercó bastante al frente del glaciar recorriéndolo en su totalidad a una marcha muy lenta y a veces deteniéndose para que pudiésemos apreciar toda su belleza. Las distintas tonalidades de blancos y azules que estos hielos milenarios nos pueden ofrecer son enormes y si además contamos con la luz adecuada, su contemplación es todo un sueño.
La mañana del 3er.día nos ofreció un espectáculo fabuloso, por fin vimos el mítico Fitz Roy despejado hasta la cumbre, fueron solo unos momentos, ya que siempre había algunas nubes cerca, pero entre ellas finalmente conseguimos verlo. Con tan buenas vibraciones comenzamos la que sería nuestra última excursión en El Chaltén, una subida por el sendero Madre e Hija al Mirador Cerro Torre, para admirar la que muchos consideran la montaña más bella, pero en esta ocasión no hubo suerte y el Cerro Torre no se dejó ver, toda la zona donde se encuentra permaneció entre una masa nubosa enorme y en los tres días que pasamos en el pueblo no se despejó ni siquiera un momento, cosa que según los lugareños es bastante habitual, ya que solo muestra su esbelta figura en contadas ocasiones. Al margen de esto, la excursión aunque no exenta de algunas subidas bastante duras, fue muy entretenida y disfrutamos como siempre de un entorno privilegiado, aunque conforme se acercaba la tarde, el tiempo fue cambiando y tanto el viento como el frío se hacían notar, para finalmente y durante el regreso pasar a ser bastante desapacible.
Sobre las seis de la tarde, subimos de nuevo al autobús que nos devolvería a El Calafate y allí nos recogieron para trasladarnos a nuestro hotel (Hostería La Estepa), donde llegamos con la vista puesta en nuestro próximo destino: el glaciar más famoso del mundo … ¡¡¡ El Perito Moreno ¡!! A la mañana siguiente iniciamos la que prometía ser una visita inolvidable, ya que teníamos previsto pasar el día completo en su entorno para poder admirarlo con detenimiento y desde distintos ángulos, pero desde el principio vimos que sería un día difícil, amaneció muy cubierto y conforme nos acercábamos a la zona donde se ubica el glaciar, la oscuridad aumentaba y lo que en principio era una débil lluvia, poco a poco se fue convirtiendo en un intenso aguacero. Primero estuvimos recorriendo las famosas pasarelas desde donde pudimos apreciar la inmensidad de su tamaño, sus altas paredes y las distintas tonalidades de azules que nos ofrecen sus hielos milenarios, aunque todo ello bajo una persistente y molesta lluvia. El hielo al romperse tronaba con un ruido sordo para luego sonar con estrépito al derrumbarse sobre el agua del lago y esta sinfonía se repetía cada pocos minutos. Una vez realizada esta primera toma de contacto, pasamos a una embarcación para recorrer el frente del glaciar y es así como se puede comprobar su altura y lo caprichosas de sus formas y grietas, fue una navegación tranquila y pausada para poder admirar esta maravilla natural. Conforme finalizábamos esta excursión, la oscuridad fue en aumento y la lluvia comenzó a caer con gran fuerza, imposibilitando totalmente seguir con la toma de fotografías, obligándonos a resguardarnos en el interior de la embarcación hasta que llegamos a desembarcar para ir a comer y ante la evidente imposibilidad de que el tiempo mejorase, decidimos que lo mejor sería volver a El Calafate, así que aunque teníamos acordado con el guía estar en el Perito Moreno hasta el anochecer, tuvimos que abandonarlo sobre las tres de la tarde, aunque por la oscuridad reinante parecían las diez de la noche.
La otra gran excursión de la zona es la llamada “Todo Glaciares”, así que de nuevo nos recogen temprano para el traslado a Puerto Bandera e iniciar la navegación por el Lago Argentino. El tiempo continúa lluvioso y cubierto de nubes y así, entre gran cantidad de iceberg desprendidos de los glaciares, vamos recorriendo el lago hasta llegar al frente del glaciar Upsala que es el más extenso de Sudamérica con una longitud de 50 Km. y una anchura de casi 10 Km., para continuar hasta la Bahía Onelli, donde desembarcamos con el fin de hacer una caminata a través del bosque hasta llegar al lago Onelli, un lugar paradisíaco desde donde se pueden contemplar los glaciares Agassiz, Onelli y Bolados. El otro gran glaciar de esta excursión es el Spegazzini del que destacan sus altas e imponentes paredes y que alcanzan los 135 metros, aunque nosotros no pudimos visitarlo debido a que el brazo del lago que conduce a él estaba totalmente bloqueado por los témpanos que se habían desprendido. Durante el viaje de vuelta, el tiempo mejoró considerablemente, así que tuve la oportunidad de repetir muchas de las fotos que había ido tomando durante la ida y con peor tiempo, por lo que hice tomas de las mismas zonas pero con una gran diferencia en su luminosidad.
Después del recorrido por la Patagonia argentina, tomamos un autobús hacia Chile y sorteando los Andes por la mítica carretera 40, llegamos a lo que sería nuestra última visita patagónica: el Parque Nacional Torres del Paine, que con una superficie aproximada de 242.000 hectáreas y declarado por la UNESCO reserva de la biosfera el 28-04-1978, es un lugar mítico entre los amantes de la naturaleza y las montañas. Durante el 1er. día, hicimos un amplio recorrido en vehículo todo-terreno para conocer diversas zonas de esta extenso Parque Nacional, así admiramos la imponente visión de los Cuernos del Paine, el Salto Grande (que es el paso directo del Lago Nordenskjöld al Pehoé), El Lago Grey, etc., admiramos varios grupos de guanacos, el planear majestuoso de los cóndores e incluso un águila mora cazando una liebre. Con estos momentos grabados en nuestra mente, llegamos a nuestro alojamiento: La Hostería Serrano, que con su espectacular ubicación, nos permitía disfrutar de una increíble vista panorámica de la Cordillera Paine desde nuestra propia habitación.
La 1ª excursión prevista era a la vez la más emblemática, pues nos debía llevar hasta la base de las torres. Comenzamos el trekking con un tiempo nublado y fresco desde la Hostería Las Torres, (ubicada dentro del área protegida), primero por un camino ascendente pero suave, pero la pendiente se hacía cada vez más pronunciada y tras recorrer unos cuatro kilómetros aproximadamente por las faldas del Monte Almirante Nieto, comenzamos a bordear el río Ascencio y ya podíamos apreciar cómo parte de las torres se asomaban entre el paisaje montañoso. Tras tres horas de caminata, llegamos al refugio Chileno y allí paramos unos minutos para descansar, beber agua y comer algunos frutos secos. Nos quedaba por delante la parte más difícil, intensas subidas y abruptas bajadas, atravesando arroyos y surcos de agua de montaña, hasta que en un denso bosque de lengas llegamos al Campamento Torres, donde se encuentra uno de los guardaparques, allí la climatología volvió a jugarnos una mala pasada y una densa niebla llega a ocultarnos por completo las imponentes Torres del Paine, como último esfuerzo teníamos la subida por una morena de piedras que lleva hasta la base misma de las torres, pero después de algún tiempo de espera y ante la oscuridad reinante decidimos comenzar la dura marcha que nos devolviese al punto de partida, al que llegamos después de ocho horas de duras subidas y bajadas, agotados por el esfuerzo, con la decepción de no haber tenido una visión clara de las torres, pero con la satisfacción de haber recorrido una de las zonas más bellas de la naturaleza.
La siguiente excursión fue la bajada en zodiac del Río Serrano hasta el Mirador del Glaciar y posteriormente continuar la navegación en otra embarcación hasta la Estancia Perales donde almorzamos, pero ese día ha sido el que peor tiempo hemos tenido y desde que salimos de la hostería, se mantuvo una fuerte lluvia e intenso frío durante todo el día, por lo que prácticamente no pudimos ver nada, ya que las frías gotas de lluvia al golpearnos en la cara parecían alfileres y nos obligaba a ir totalmente tapados. Una lástima, porque la excursión prometía … pero aquí definitivamente la climatología es la que manda. Posteriormente nos trasladamos a Puerto Natales, donde pasamos la noche y a primera hora de la mañana siguiente volvemos a tomar el autobús, que tras cuatro horas de viaje nos llevará de nuevo a El Calafate para coger un avión con destino a Buenos Aires, dando así por finalizada nuestra estancia en La Patagonia.
Estuvimos dos días recorriendo la capital argentina admirando sus amplias avenidas, sus parques, sus barrios, la modernidad de Puerto Madero y cómo no la mítica Corrientes, 348 y calle Caminito, para una vez completada nuestra estancia en Buenos Aires, retornar a nuestra querida Málaga, después de haber pasado unos días inolvidables en plena naturaleza.

Antonio Sánchez
MALAGA

1 comentarios:

Paco dijo...

realmente da envidia...

saludos desde el Rincón de la V.